Cree que lo sabe todo sobre mí, el espejo.
El agua quieta se cree que me conoce; las ventanillas del metro, el cristal de tu casa, el impoluto escaparate de Zara, el cristal de “rómpase en caso de incendio”, los cristales de tus gafas de mosca, esa puerta del Banco Santander en la que sólo el que está dentro puede ver quién está del otro lado.

Se creen que me tienen, que lo tienen, pero hay algo que no saben: mi reflejo ya tiene soporte.
Desde China llegó el papiro y dejó muy por detrás al resto de aspirantes.