In my beginning is my end.


Silenza


Y comenzó a escribir como si fuese la última vez que lo hiciera, había descansado durante días enteros consciente de que algo así le podría suceder. Desde ese momento, y con todas sus fuerzas, golpeaba las teclas de su vieja hispano-olivetti para conseguir sacar las letras del papel. Al poco tiempo ya había llenado toda la habitación. Las ventanas, que eran enormes radiografías de cuerpo entero realizadas con motivo de su extraña enfermedad que le había conducido a la mudez, cedieron al empuje de las letras. La ciudad comenzó a llenarse de caracteres invisibles que con ira reclamaban su espacio a través de los hombres. Ante el silencio que sobrevino a una mínima parte de la población las autoridades decretaron, no sin alarma, la obligación de llevar orejeras para evitar el contagio de este brote que alcanzó en una semana el nivel cinco de pandemia internacional. Los gobernantes, conscientes del inmenso daño que les podría causar a sus intereses esta terrible enfermedad, fueron los primeros en dejar de trabajar, las tribunas parlamentarias se mostraron vacías como hasta entonces, poco a poco asistían a la pérdida de oyentes y por tanto de seguidores que en un futuro sólo podrían mostrarles fidelidad debido a una confianza ciega y sin necesidad de escuchar el fondo de sus mensajes. Algunos valientes desatendían las órdenes y sucumbían a este nuevo virus literario que atemorizaba a toda la población mundial. Mientras tanto, las autoridades sanitarias intentaban reunirse para ponerse de acuerdo, analizar los síntomas y elaborar unas precauciones básicas, temerosas de que se produjeran terribles oleadas de enfermos que colapsaran los sistemas sanitarios:

En balde resultaron los esfuerzos, los países sólo podían atender al conteo, inexacto y por millones, de pacientes que se contagiaban y acudían con dolores de cabeza, sobresaturación de ideas pero sobre todo con la impotencia de no poder expresar con libertad todo aquello que, como una plaga, se había posado en su cabeza, recubriendo todos sus pensamientos. Impotentes visitaban a sus representantes políticos en busca de una explicación. El silencio se había convertido en origen y fin del ser humano.

Te me metiste.
En lo más profundo de mis entrañas.
Te quedaste ahí.
Te aferraste a cada uno de mis poros.
Te diluiste en mi sangre.

Dime acaso si no puedo hablar de ti como un jardinero habla de una plaga.

In my end is my beginning.

T.S. Eliot