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La compré pero no quise enviártela.
No quise que vieras esa foto idealizada del lugar donde me dediqué a perder el tiempo.
No me apetecía que pensaras que estaba en “El primo hermano del Caribe”. No quería que vieras azul turquesa el verde-amarronado del agua; que confundieras señores-salchicha con guardianes de la bahía al más puro estilo californiano.
Y es que puede que las postales no sean más que una pequeña mentira pretenciosa que mandas a tus vecinos del B durante las vacaciones de verano, una creación de verdaderos maestros del photoliar.