Primero las cosas pequeñas, tiré los vasos de plástico, el daguerrotipo del abuelo, los arroces que arrojaron en mi boda, saqué los libros de cocina, los de iniciación tántrica, los catálogos de decorado emocional, todas las facturas del teléfono; luego las cosas grandes, saqué la mesa, los tres sillones, las siete sillas, desmonté mi cama, la cómoda, la caminadora eléctrica, aventé la televisión por la ventana, quité las cortinas, las alfombras, saqué al gato, al perro y al loro, los ciento cincuenta pescaditos saltaban entre los libros. Y si el síndrome continúa… Quemé mis exámenes y mis estrellitas del kinder.

Aventé las cenizas al mar.