Ella le explicó una vez la operación y él soñó durante más de tres semanas recurrentemente con esa imagen de la piel del rostro de Beti levantada por un segundo, tensada, vuelta coser, una imagen fantasmagórica, como si tras el rostro habitual con el que le miraba, hubiese en ella otro rostro ambiguo y tostado por el sol, un rostro lleno de arrugas, casi masculino, que negara éste que amaba, o que lo hiciera denso, interrogativo. ¿Qué era aquello que salía a su encuentro, siempre y en todas partes, desde la cara de Beti?

Andrés Barba, Contraluz de mujer con adolescente